Un interesante artículo sobre el Centro de Excelencia en Biomedicina de Magallanes, CEBIMA, publicó este jueves 20 de agosto el Diario Financiero, DF, en su suplemento especial Centros de Innovación y Excelencia Internacionales y Nacionales.

Parte del laboratorio de C. elegans, coordinado por la Dra. Daniela Rebolledo. Esta Plataforma busca generar herramientas para enfrentar preguntas biológicas relevantes, y al mismo tiempo responder a desafíos biotecnológicos, como la generación de sensores para patógenos o toxinas marinas de interés.

En la página 20, la publicación señala que este recinto nació fruto de la colaboración entre el Centro de Envejecimiento y Regeneración de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Centro UC CARE Chile, y la Universidad de Magallanes (UMAG). El CEBIMA, cuyo director es el Dr. Nibaldo Inestrosa y su subdirector el Dr. Waldo Cerpa, aspira a convertirse en un referente mundial en investigación, pero también en un miembro muy activo de la comunidad magallánica, a través del desarrollo de ciencia con carácter local, pero impacto global.

Descentralizar nuestro país es un imperativo nacional si queremos desarrollarlo integralmente y, en ese desafío, la generación de conocimiento e innovación debe ser un pilar fundamental. La ciencia es global. El disponer de ciencia local en un país en vías de desarrollo cumple con uno de los objetivos más importantes de la ciencia global, que es tener una comunidad interiorizada del quehacer científico. Una población más culta y educada en este ámbito, responderá de mejor manera a la hora de aplicar medidas de política pública.

La ciencia es capaz de responder a muchos desafíos gracias a que su desarrollo permite formar investigadores enfocados en problemáticas relevantes, que van más allá de las fronteras nacionales. Por ello, una de las grandes lecciones es que debe ocupar un lugar relevante en la toma de decisiones. En esa línea, y en relación a la carrera por desarrollar la vacuna contra el Covid-19, lamentablemente, Chile ha tenido que optar por buscar un buen puesto en la fila del acceso a la vacuna. Una estrategia diferente es difícil considerando el 0,36% del PIB que se invierte en ciencia en nuestro país.

El estímulo del conocimiento y la innovación es clave en el desarrollo de nuevas terapias. Así lo demuestra la situación mundial, nacional y regional, que pone de manifiesto la necesidad de potenciar la investigación científica, ya que ésta es la que mueve el análisis y desarrollo de estrategias de manejo, seguimiento y control de diversas patologías.

Y ese desafío lo asumimos a cabalidad en el CEBIMA, donde, por ejemplo, hemos logrado establecer capacidad operativa para el desarrollo de líneas de investigación asociadas a enfermedades neurodegenerativas, cardiovasculares, musculares y metabólicas, en el contexto de análisis del litio, la vitamina D y extractos de algas de zonas subantárticas y antárticas. Además, en el CEBIMA hemos decidido potenciar aproximaciones biomédicas y biotecnológicas para resolver diferentes problemáticas locales, pero también de carácter global, como por ejemplo a través del desarrollo de sensores biológicos.

SENSORES BIOLÓGICOS PARA ENFERMEDADES CRÓNICAS

En el mismo suplemento, en un artículo referido a los centros regionales que impulsan la investigación de punta, se plantea que el CEBIMA trabaja identificando productos naturales de la zona subantártica y antártica de Chile que permitan combatir y tratar alteraciones del sistema nervioso, como Alzheimer, Parkinson, enfermedades metabólicas y cardiovasculares. En esa línea, destaca el desarrollo de una plataforma que busca generar sensores biológicos capaces de detectar proteínas propias de infecciones virales y toxinas presentes en organismos marinos.

“La gran biodiversidad presente en la Patagonia ofrece un potencial único en especies endémicas y milenarias que han desarrollado mecanismos de subsistencias para el ambiente extremo”, explica Nibaldo Inestrosa, director del Centro, añadiendo que esto abre la posibilidad de que en estas especies se encuentren nuevas moléculas o compuestos químicos que permitan combatir de mejor manera la progresión de las enfermedades crónicas en adultos mayores, que al año 2050 se estima serán cerca del 30% de la población nacional.

Y en un artículo sobre la transferencia tecnológica, se consulta al Dr. Waldo Cerpa, subdirector del CEBIMA, sobre la existencia de poco capital privado dispuesto a invertir en conocimiento nuevo, y responde que la dificultad está en convencer a los empresarios de ser parte de innovaciones que no surgen desde ellos mismos o que derechamente no necesitan, “sobre todo en áreas como las ciencias biológicas, donde generar un fármaco para una enfermedad, por ejemplo, implica una inversión que va entre los US$ 7 millones y US$ 10 millones, y los resultados no siempre surgen con la velocidad y facilidad esperada”.

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